Cómo una raza dividida casi se destruye a sí misma. La guerra de los Protoss en Starcraft

Desde su debut en 1998, StarCraft ha sido sinónimo de estrategia, ciencia ficción y de una narrativa más que profunda. Desarrollado por Blizzard Entertainment, para quien no esté familiarizado con esta increíble saga, el juego nos presenta un universo futurista donde tres razas muy distintas luchan por la supervivencia y la supremacía: los Terran, humanos exiliados de la Tierra; los Zerg, una colmena biológica movida por la necesidad de evolución; y los Protoss, una civilización milenaria, tecnológicamente avanzada y con poderes psiónicos— o sea, mentales—.

Cada raza representa una filosofía: los Terran por la versatilidad, los Zerg por la adaptación y los Protoss por tener el poder lo más concentrado posible. Pero más allá de las diferencias jugables, lo que ha mantenido viva la saga durante más de dos décadas es su historia. Y en esa historia, pocas tramas son tan fascinantes como la de los Protoss, una raza al borde de la autodestrucción por sus propias tensiones culturales.

El origen de las divisiones: el Khala y el exilio de los Templarios Tétricos

Los Protoss, como ya hemos dicho una raza tecnológicamente avanzada y dotada de unas habilidades psíquicas chulísimas, fueron moldeados por los antiguos Xel'Naga en su búsqueda de la pureza de forma. Sin embargo, tras la desaparición de sus creadores, los Protoss se metieron de lleno en una brutal guerra civil conocida como el Eón del Conflicto.

Esta era violenta solo terminó cuando Khas, una especie de profeta protoss, redescubrió antiguos textos Xel'Naga y fundó el Khala, una filosofía basada en la conexión mental entre todos los Protoss mediante nervios psiónicos. El Khala trajo unidad y orden, pero también rigidez y una cierta exclusión que, obviamente, no fue del gusto de todos.

No todos los clanes aceptaron esta filosofía. Aquellos que valoraban la independencia emocional y mental fueron considerados herejes. Un joven templario, Adun, desobedeció al Cónclave y ayudó a estos disidentes a huir, fundando lo que más tarde serían conocidos como los Nerazim, o Templarios Tétricos. Este grupo de exiliados cortó  sus nervios psiónicos y se estableció en el mundo oscuro de Shakuras.

La invasión Zerg y la necesidad de unidad

Décadas después, los Protoss se enfrentaron a una amenaza aún mayor: los Zerg, una raza biológica imparable dirigida por la Supermente. Los Zerg invadieron Aiur, obligando a los Protoss a tomar medidas desesperadas e iniciando lo que sería la caída de la ciudad que, junto con la Guerra civil Protoss, se iba agravando poco a poco.

El Cónclave, demasiado fiel a sus estructuras tradicionales y con una anchura de miras demasiado pequeña, fue incapaz de adaptarse. Fue Tassadar, un ejecutor visionario, quien buscó ayuda en los Nerazim, liderados por Zeratul. Contra todo pronóstico y teniendo en cuenta lo mal que se llevaban en ese momento, ambos decidieron unir sus habilidades para destruir a la Supermente, en una batalla que se llevó por delante a Tassadar pero salvó al universo de la destrucción total.

Este sacrificio no sirvió para terminar con las tensiones entre los Khalai y los Nerazim y para hacerlos amiguitos de nuevo, pero sí que podríamos decir que sembró la semilla de una futura alianza. Esta especie de convivencia forzada en Shakuras tras la caída de Aiur obligó a ambas culturas a reconsiderar sus posturas.

El Daelaam: un nuevo comienzo para una antigua civilización

A medida que la galaxia se enfrentaba a nuevas amenazas, como el regreso del Xel'Naga corrompido Amon, emergió un nuevo líder: Artanis. Este joven tenía una visión revolucionaria: unificar a todas las castas y ramas Protoss bajo una sola bandera, el Daelaam, y con su tremenda convicción, llevó si idea a cabo.

Bajo esta nueva coalición, los Protoss integraron no solo a los Khalai y Nerazim, sino también a los Purificadores (que podríamos definir como inteligencias artificiales con memorias de Protoss fallecidos) y eventualmente incluso a los Tal’darim, una facción sectaria y violenta que hasta entonces había sido aliada de Amon.

Durante la batalla final contra Amon, Artanis lideró una ofensiva totalmente desesperada. Al descubrir que el Khala estaba siendo utilizado para controlar mentalmente a los Protoss, tomó la difícil y dolorosa decisión de cortar su propio nervio psiónico. Este acto simbólico liberó a su pueblo del yugo de Amon, demostrando que la verdadera fuerza no se encuentra en la conexión forzada, sino en la unidad elegida. Vamos, que la historia de los Protoss, como podéis ver, está absolutamente marcada por el drama.

Es una poderosa parábola sobre cómo incluso las civilizaciones más avanzadas pueden caer presas del orgullo. Durante siglos, el Khala sirvió como motor de orden, pero también como cadena invisible que impedía cualquier tipo de cambio. Solo cuando fueron capaces de mirar más allá de sus diferencias y aceptar a los que antes rechazaban, los Protoss lograron salvarse.

Aunque la historia de los Protoss concluye (por ahora) con la derrota de Amon y la reconstrucción de Aiur bajo el Daelaam, muchos fans soñamos con un posible StarCraft III que continúe explorando los dilemas morales, espirituales y sociales de esta civilización. Mientras tanto, los Protoss siguen siendo uno de los pilares del multijugador competitivo y un ejemplo de cómo el lore puede enriquecer la jugabilidad.

Hoy, bajo el estandarte del Daelaam, los Protoss representan un ideal de unidad en la diversidad, una lección muy humana en el corazón de una de las razas alienígenas más icónicas de la historia del videojuego.

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