Volver al pixel, ¿si o no? La batalla silenciosa que divide a los fans de Zelda

Volver al pixel, ¿si o no? La batalla silenciosa que divide a los fans de Zelda

Desde A Link to the Past hasta Tears of the Kingdom: ¿dónde reside la esencia del héroe del tiempo?

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The Legend of Zelda: The Minish Cap
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Bárbara Gimeno

Editor

Antes de que The Legend of Zelda se convirtiera en una superproducción tridimensional, la serie ya llevaba años definiendo una fórmula casi mágica. Títulos como Link’s Awakening (1993) sentaron las bases de lo que muchos consideran la auténtica esencia de la saga: la exploración libre, mazmorras desafiantes y una narrativa visual implícita. En aquellos mapas planos pero llenos de secretos, los jugadores nos sentíamos como auténticos aventureros en miniatura.

Para muchos fans, los Zelda en 2D no solo fueron el inicio, sino también el punto más refinado de su diseño. La claridad de objetivos, el ritmo casi matemático de cada fase y la elegancia de su jugabilidad han mantenido estos juegos como referentes del género action-adventure. Incluso A Link Between Worlds (2013), en plena era 3D, recuperó este espíritu con un éxito bastante considerable.

El salto al 3D: un nuevo mundo para explorar

En 1998, Ocarina of Time cambió el curso de la saga —y del videojuego moderno— para siempre. El paso a las tres dimensiones no solo modificó la forma en la que se jugaba, sino también cómo se percibía el mundo de Hyrule. Por primera vez, Link podía mirar al cielo, cabalgar entre pueblos y encarar enemigos con una cámara que revolucionó la industria: el sistema Z-Targeting.

Desde entonces, cada entrega principal ha sido una apuesta por la inmersión tridimensional. Breath of the Wild llevaron más lejos esa ambición, convirtiendo a Zelda en una franquicia reconocida no solo por su historia, sino por su escala. Pero con el crecimiento también llegaron otros retos: el exceso de tutoriales, el mundo abierto con menos estructura o el abandono de las mazmorras clásicas han sido temas debatidos durante años.

El debate entre Zelda en 2D y Zelda en 3D no es solo una cuestión de nostalgia o tecnología. Es una dualidad que atraviesa el propio diseño de los juegos. Mientras que las entregas en 2D tienden a ser más concisas, a estar más centradas en el rompecabezas y en la progresión clara, los títulos en 3D buscan una experiencia más inmersiva, podríamos decir que casi cinematográfica. La narrativa también cambia: lo que antes se contaba con símbolos, ahora se apoya en escenas, voces y mundos expansivos.

Zelda Ocarina Link Epona Navi Ocarina of Time fue totalmente revolucionario

Sin embargo, ambas opciones comparten un mismo espíritu: el de la curiosidad. Zelda, en cualquiera de sus formas, siempre ha sido una saga de descubrimiento. Ya sea en una mazmorra laberíntica o al borde de un precipicio en el Valle del Gerudo, el jugador actúa por el deseo de entender un mundo que no se lo da todo servido.

¿Qué buscan los fans de Zelda?

Con Tears of the Kingdom todavía fresco en la memoria colectiva, una parte de la comunidad siente que los últimos títulos han ampliado la jugabilidad a costa de perder ciertas raíces. ¿Dónde están las mazmorras con llaves maestras? ¿Dónde quedó ese item que desbloquea un nuevo camino en cada región? Al mismo tiempo, tiene cosas "mejores", claro; la libertad creativa y la interacción con el entorno en el nuevo Zelda son logros técnicos y de diseño asombrosos.

Por otro lado, títulos como Link’s Awakening (2019) o incluso proyectos fanmade han mantenido viva la llama de los Zelda clásicos. Su estética pixelada, su ritmo más rápido y su enfoque directo siguen enamorando a quienes buscan una experiencia más gameplay first, sin tanto componente cinematográfico.

Nintendo es consciente de esta división. Y por eso no la ignora: la existencia de entregas en 2D y 3D fue una constante durante años. En la actualidad, con Switch como consola híbrida entre el portátil y el sobremesa, el camino parece estar en los remakes y los spin-offs para equilibrar el universo de Zelda. No es casualidad que cada vez haya más guiños a los títulos clásicos, tanto en las mecánicas como en la estética.

The Legend Of Zelda The Minish Cap The Legend Of Zelda The Minish Cap y su reconocible estética pixel

Y también está la cuestión generacional: para muchos jugadores más jóvenes, su primer Zelda fue Breath of the Wild, lo que redefine su idea de qué es "la esencia" de la saga. Para ellos, cocinar, planear en parapente o construir vehículos es tan Zelda como abrir cofres. Para los veteranos, volver a los 2D es volver a casa.

¿Dos caminos para siempre?

Tal vez la respuesta no esté en elegir entre uno u otro formato, sino en abrazar la dualidad como algo bueno y único. Zelda es una saga que ha sobrevivido y evolucionado durante casi 40 años, y lo ha hecho porque ha sabido reinventarse sin perder de vista lo que la hace única: ese equilibrio entre aventura, exploración y sorpresa. Ya sea recorriendo la Llanura de Hyrule o enfrentándote a Moldorm en una sala de ocho píxeles por ocho, la esencia sigue ahí.

La clave está en no caer en la dicotomía total. No se trata de antes era mejor o lo nuevo es lo único que es válido, sino de entender cómo cada entrega responde a su época y sus limitaciones técnicas y narrativas. Zelda no es solo un videojuego: es una forma de contar aventuras que ha dejado huella en varias generaciones.

Quizá lo más mágico de Zelda es que, a pesar de sus cambios de forma, sigue siendo Zelda. Las melodías, los corazones, los templos, los secretos escondidos en una roca cualquiera… todos esos elementos, tanto en 2D como en 3D, están diseñados para hacerte sentir parte de una historia mucho más grande que tú. Una historia que se reescribe con cada jugador, cada consola y cada época.

Hoy, mientras unos vuelven a Tears of the Kingdom, Zelda sigue viva. Dividida, sí. Pero también más rica que nunca.

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