En el universo de Nintendo, donde en numerosísimas ocasiones héroes jóvenes recorren reinos encantados y luchan contra fuerzas del mal, hay personajes que no empuñan espadas ni lanzan hechizos, pero sin los cuales el viaje no podría comenzar. Son las sabias, las abuelas, las madres: mujeres mayores cuya presencia silenciosa pero decisiva guía a los protagonistas, cuida a las comunidades y sostiene, sin protagonismo, el equilibrio del mundo. Son figuras que mezclan la ternura y la fuerza, el conocimiento ancestral y la protección incondicional.
Aunque a menudo permanecen en segundo plano, la narrativa no podría avanzar sin ellas. Su papel, lejos de ser una cosa decorativa, introduce una dimensión fundamental: el aprendizaje transmitido por generaciones, la calma frente al caos y la convicción de que la experiencia es un arma tan poderosa como cualquier espada legendaria.
Guardianas del conocimiento y del mundo
Quizás ninguna encarna esta figura mejor que Impa, personaje recurrente en la saga Breath of the Wild, Impa se nos presenta como una anciana de más de un siglo que aún lidera el clan Sheikah desde el apacible Kakariko Village. A pesar de su aparente fragilidad física, es la voz de la historia y del destino. Su sabiduría es la primera guía de Link tras su despertar, y su autoridad moral es incuestionable.
Pero Impa no está sola. A su lado aparece Purah, su hermana mayor, que desafía los arquetipos con humor y ciencia. Aunque se rejuveneció accidentalmente y tiene apariencia infantil en Breath of the Wild, su mente sigue siendo la de una sabia investigadora. En Tears of the Kingdom, recupera una forma más adulta y reafirma su posición como figura crucial en la reconstrucción del mundo. Purah, con sus gafas torcidas y su bata de laboratorio —adorable—, representa otra forma de sabiduría: la del conocimiento técnico, la investigación y la innovación.

Más allá de las tierras de Hyrule, Nintendo ha sabido insertar estas figuras también en contextos distintos. En Mother 3, una de las obras más emotivas de la compañía—recordad que hay quien dice que hizo llorar a Miyamoto—, Hinawa, la madre del protagonista, es una figura que aparece de forma breve pero inolvidable. Su dulzura y su muerte temprana marcan de alguna manera todo el arco emocional del juego. La memoria de Hinawa se convierte en una brújula moral para su familia, y su presencia persiste como un faro invisible de protección. No necesita estar viva para ser fundamental.
Sabiduría en lo cotidiano
En títulos aparentemente más ligeros como Animal Crossing, las figuras femeninas mayores están presentes a través de vecinas sabias que ofrecen consejos y estabilidad emocional. Personajes como Pili y Mili, las hermanas erizo que llevan la sastrería con muchísimo arte, no son ancianas per se, pero sí encarnan ese cuidado y el trabajo silencioso de generaciones y generaciones. Mili, en particular, tiene una historia de vida marcada por la responsabilidad familiar: se dice que se hizo cargo de sus hermanas cuando aún era joven, y hoy en día nos ofrece una presencia discreta pero súper acogedora y entrañable. Al ganarnos su confianza, se nos abre una historia de pérdidas, rutinas y afecto no expresado con palabras, sino con constancia.
También en Pikmin, donde el Capitán Olimar se encuentra en un planeta extraño rodeado de diminutas criaturas vegetales, la voz que se deja oír en forma de guía o mensaje no siempre es joven o heroica. En las entregas más recientes, la exploradora Sheeba y otras figuras de mayor edad aparecen como expertas en flora y fauna, enseñando con paciencia y sentido del humor.

Hay que destacar que Nintendo no subestima el poder de lo maternal, incluso en sus universos más fantásticos. En Super Mario Galaxy, la figura de Rosalina (Estela), aunque joven en apariencia, cumple un rol totalmente maternal: acoge y cuida a los Destellos, pequeños seres estelares, en un observatorio que funciona casi como un orfanato cósmico—ay, qué penita me da siempre—. Su libro de cuentos narra una historia melancólica sobre pérdida, crecimiento y hogar. Rosalina no combate, pero sin su ternura, Mario estaría solo ante la gigantez del espacio.
Guerreras que también son madres
Algunas figuras más adultas en Nintendo no se limitan a desempeñar el rol de guía emocional o sabia protectora. También pueden ser guerreras, líderes o estrategas. Urbosa, la campeona Gerudo en Breath of the Wild, es un ejemplo vibrante de ello. Su energía, su presencia imponente y su dominio del rayo la convierten en una de las figuras más poderosas del juego. Pero lo que realmente la define es su relación con la princesa Zelda. Urbosa no solo la protege; también la consuela, la aconseja, la acompaña. Es, de todas todas, una especie de madre elegida. Cuando Zelda sufre el peso de su destino, Urbosa le recuerda que la fortaleza también se encuentra en el afecto.
Y esto no es exclusivo de las sagas de aventura. En Fire Emblem, una saga táctica llena de batallas y decisiones difíciles, es común encontrar personajes femeninos que lideran ejércitos o entrenan a las nuevas generaciones. Titania, en Fire Emblem: Path of Radiance, es una caballera veterana que actúa como mentora del protagonista. Es una auténtica estratega pero también confidente, figura materna e incluso escudo humano. Su rol no es pequeño ni simbólico: es vital para que el grupo sobreviva.

Un legado que no se ve, pero sostiene
Estas mujeres no siempre aparecen en los pósters. No son la portada de los juegos ni suelen figurar entre los personajes jugables. Pero están. Y cuando están, son inamovibles. Su poder no se mide en su fuerza física ni en la cantidad de hechizos que pueden lanzar, sino en lo que representan: la experiencia que guía, la paciencia que enseña, el amor que no necesita ser dicho en voz alta. En una industria que a menudo prioriza la juventud, lo nuevo, lo rápido, Nintendo ha sabido reservar un espacio para lo más maduro, lo sabio, lo silencioso.
No es casual que muchas de estas figuras vivan en aldeas, cuevas, laboratorios o santuarios. Son guardianas de fronteras simbólicas: entre la niñez y la adultez, entre el pasado y el presente y entre el desorden del mundo y la posibilidad de repararlo.
Como en los cuentos tradicionales, donde la anciana del bosque guarda la clave para salvar el reino, los juegos de Nintendo entienden que sin esas voces que observan desde lejos, que no imponen pero iluminan, no hay aventura posible. El héroe necesita una espada, sí, pero también una voz que le diga, con ternura y firmeza: "Ahora es el momento".
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